Ver una obra en internet no es verla de verdad: el día que Magritte me rompió la cabeza

4 – 6 minutos

Nos hemos acostumbrado a creer que todo está a un clic. Que el arte se puede “ver” en línea. Que basta una imagen en alta resolución para “conocer” una obra. Pero eso es una mentira elegante. Porque el arte, el verdadero arte, no se mira: se confronta. Y esa confrontación no ocurre frente a una pantalla… sino frente a una presencia. Yo también lo olvidé, hasta que mi hija de 8 años me pidió visitar un museo. Y entonces pasó algo que no anticipé: René Magritte, sin anunciarse, me golpeó en silencio con una pintura que creía conocer.

Ahí estaba: La Pipa

Estábamos de paseo en Los Ángeles, mi esposa, mis dos hijas —una de 7 años y otra de 4— y yo. Era un plan armado con semanas de anticipación. Fue también una curiosidad espontánea que detonó mi hija mayor: “Papá, ¿cuando iremos a un museo para ver pinturas de verdad?”. Esa frase fue suficiente. Nos dirigimos a una exposición temporal de surrealismo, sin grandes expectativas, solo con la intención de compartir con ellas un acercamiento real, tangible, al mundo del arte.

Caminábamos entre obras algunas reconocibles, otras más enigmáticas. Pero de pronto, en una sala blanca, casi vacía, con paredes que parecían borrar todo ruido visual, algo llamó nuestra atención. En el muro, colgado con modestia, sin dramatismos ni vitrinas, estaba La traición de las imágenes. Una obra pequeña, discreta, con un marco tan sencillo que parecía provisional. Pero allí estaba: la pipa. El texto: “Ceci n’est pas une pipe”. Y un silencio absoluto.

Me detuve. No porque supiera que estaba ante una obra icónica del siglo XX, sino porque algo en ella me atravesó. Tal vez fue su escala íntima. Tal vez fue el hecho de que estaba con mis hijas, iniciándolas en este ritual de mirar, de pensar, de dudar. Tal vez fue que no sabía que esa obra estaba ahí. No la busqué; me encontró. Y eso lo cambió todo.

Un poco de historia: Magritte y el arte que niega

Pintada en 1929, La traición de las imágenes es uno de los gestos más radicales del surrealismo. Magritte representó una pipa con precisión casi fotográfica y escribió debajo: “Esto no es una pipa”. ¿La contradicción? No es tal. Es una verdad incómoda: eso es una imagen de una pipa, no una pipa real. Con una ironía elegante, Magritte nos sacude, nos lanza al abismo entre palabra, imagen y realidad. Nos obliga a repensar lo que vemos… y cómo lo nombramos.

La trahison des images (La traición de las imágenes), pintada en 1929 por René Magritte, es una de las piezas más icónicas del arte moderno. A primera vista, la obra muestra una pipa representada con un alto nivel de detalle, casi como una ilustración científica. Debajo, una frase escrita con caligrafía clara y elegante contradice lo evidente: “Ceci n’est pas une pipe” (“Esto no es una pipa”).

El impacto de esta frase no radica en el absurdo, sino en su exactitud: lo que vemos no es una pipa, sino una imagen de una pipa. Magritte no nos está engañando, está señalando el engaño que aceptamos a diario cuando confundimos la representación con la cosa representada. Su gesto es filosófico y radical: nos confronta con la fragilidad de nuestra percepción y la trampa del lenguaje.

Este cuadro no pertenece al surrealismo onírico de Dalí o Tanguy. Magritte opera en otra frecuencia: la del pensamiento conceptual. Su interés estaba en desmontar las relaciones entre imagen, palabra y significado, anticipando debates que después explorarían filósofos como Michel Foucault y semiólogos como Roland Barthes. De hecho, Foucault dedicó un ensayo entero a esta obra, titulado Esto no es una pipa, donde reflexiona sobre la distancia entre texto e imagen, entre lo que se ve y lo que se dice.

Magritte mismo comentó: “La famosa pipa. ¡Cuánta gente me ha reprochado que no lo es! Sin embargo, ¿podrían llenarla? ¡No, claro! Es solo una representación.” Esa afirmación resume la esencia del cuadro: no es una trampa visual, es una trampa mental. Una que se vuelve aún más potente cuando te encuentras cara a cara con ella en un museo, sin aviso, sin preparación… y te das cuenta de que todo lo que creías saber sobre verla, nombrar y comprender una imagen… acaba de tambalearse.


Verla en internet no me había causado nada. La conocía de libros, de clases, de memes incluso. Pero verla ahí, de frente, en una sala vacía, con mi hija tomándome de la mano y preguntando “¿por qué dice que no es una pipa?”, fue como recibir una descarga. Y entendí algo: los museos no son solo lugares para mirar. Son espacios de experiencia. De contacto. De transmisión emocional.

En el marco del Día Internacional de los Museos 2025, cuyo lema es “El futuro de los museos en comunidades en constante cambio”, esta vivencia toma otra dimensión. Los museos del futuro no serán (solo) archivos digitales ni recorridos 360°. Serán lugares donde las obras nos sorprendan, nos confronten… y donde una niña pueda iniciar su propio camino hacia la duda, la metáfora y el pensamiento visual.

5 razones por las que un museo físico sigue siendo insustituible

  • La escala real: la percepción cambia cuando ves una obra en su tamaño verdadero
  • . La textura y el trazo: lo material se revela solo ante tus ojos, no ante una cámara.
  • La curaduría contextual: cada obra dialoga con su entorno, su sala, su iluminación.
  • El cuerpo presente: tú decides cómo te mueves, cómo te acercas, qué detona en ti.
  • La dimensión afectiva del encuentro: el momento, las personas con las que estás, tu estado emocional… todo eso transforma la experiencia

¿Recuerdas la última vez que una obra de arte te sorprendió no por lo que sabías de ella, sino por cómo te encontró en el momento menos esperado?

2 responde a “Ver una obra en internet no es verla de verdad: el día que Magritte me rompió la cabeza”

  1. Avatar de Sophie Poe

    Me han gustado mucho las cinco razones para visitar un museo y ver la obra en persona. Dicho eso, no siempre tenemos ese lujo, ya sea por la distancia o por cuestiones de visado 🙂

    En cuanto a la pregunta final, recuerdo dos obras en particular: la “Mona Lisa” y “La joven de la perla”. Ambas eran bastante más pequeñas de lo que había imaginado. Curiosamente, en el caso de la primera, su tamaño parecía enfatizado por el hecho de estar tan aislada; mientras que la segunda se integraba perfectamente en el espacio — lo cual, para mí, contradecía un poco su “fama”.

    ¡Gracias por la pregunta y por compartir!

    Me gusta

    1. Avatar de admin

      Muchas gracias checa mis otras publicaciones y mi portafolio. Así pasa con los museos pero si muchos son un lujo

      Me gusta

Dejar un comentario